Cercana a Estocolmo, la preciosa localidad Sigtuna muere o nace a orillas del lago Mälaren, desde hace algunos años Volvo decidió establecer allí una de sus grandes factorías, en ella trabajaban los mecánicos más cualificados del país y de entre todos ellos destaca el señor Mattson, un hombre de pequeña estatura, de rostro delgado y facciones amables, con un carácter sosegado y abierto al sentido común, el Señor Mattson era el encargado de planta, un encargado tan profesional como comprometido. Esa mañana el señor Mattson observó algo que sembró su espíritu nórdico de intranquilidad, de una intranquilidad inusual para él, y fue tanto el desasosiego que apartándose de su costumbre subió las escaleras que daban a las oficinas donde trabajaban los administrativos y analistas, llamó a la puerta, preguntó a una de las secretarias y esperó la llamada, el señor Lundqvist lo recibió con la cordialidad de siempre y le hizo sentarse en una de esas sillas blancas que de forma regular decoraban y rellenaban su despacho. Mattson habló primero, nunca decía una palabra de más o de menos, decía las palabras que quería decir, tan preciso como cuando ejecutaba la colocación de un tubo de escape, milimétrico, medido, apropiado, y habló primero al considerar que era lo oportuno.
-Señor Lundqvist esta mañana nos han traído los materiales –dijo-
-Lo sé señor Mattson -respondió Lundqvist-
-Señor Lundqvist no son los materiales que esperábamos y así lo hice saber al transportista.
-Son los materiales adecuados señor Mattson
-Discúlpeme Señor Lundqvist, han traído cartón piedra, dos toneladas de cartón piedra.
-Así debe ser -respondió Lundqvist-, son los materiales adecuados.
Mattson no solía cuestionar las decisiones de sus superiores, cada uno conocía su trabajo, se levantó de la silla blanca, abrió la puerta y se marchó, despidiéndose del Señor Lundqvist con un discreto saludo.
A los dos días habían salido de la cadena de producción los primeros coches, el Señor Lundqvist bajó a comprobar la calidad de los modelos y para su asombro los coches eran iguales a los construidos hace menos de una semana. Buscó al señor Mattson y lo encontró terminando de ajustar el tornillo que sujetaba un motor.
-Señor Mattson, ¡estos coches son extraordinarios!
-Lo sé, señor Lundqvist –respondió el encargado de planta-
-Y dígame Mattson, ¿cómo lo hizo?, ¿por qué el material utilizado no era el habitual?
-Usted me dijo que era el material adecuado y trabajamos con él, como usted sabe disponemos del mejor equipo de mecánicos de Suecia, es una de las razones por las que nuestros coches son los mejores.
El señor Lundqvist esbozó una de esas sonrisa suyas tan complacientes como incomprensibles, se abrochó el botón de arriba de la chaqueta –ese botón que rebelde que siempre se desabrochaba- y comenzó a subir la escalera de metal que le dirigía a su despacho, justo al llegar al rellano de mitad de la escalera el señor Mattson le inquirió:
-Señor Lundqvist
-Dígame señor Mattson
-Recuerde, por favor, que los coches están construidos con cartón piedra.
Con esta historia ficticia y considerablemente exagerada, quiero expresar las dificultades con las que muchas veces nos encontramos los equipos de gestión, no sólo es imprescindible que los gestores sean excelentes, es imprescindible también que el producto con el que se trabaja sea excelente, que los recursos humanos de los que disponemos sean excelentes, que la gestión de la llamada y el dimensionamiento del equipo sea excelente, y que todo lo que rodea a la gestión vaya siempre en pos de la excelencia. La excelencia no tiene porque ser un estado, puede ser un proceso, lo que es imprescindible es que la excelencia ya esté en la materia entregada, trabajada, accionada o dirigida.
No se puede construir Volvos con cartón piedra, y eso precisamente, ese material es el que se nos entrega a los gestores, cartón piedra muchas veces, una mala selección del personal por parte de recursos humanos, personas que no tienen curva de aprendizaje, simplemente no tienen aprendizaje, perfiles que no tienen nada que ver con el objetivo buscado, procesos de formación pobres que resulten en agentes mal preparados, productos pocos competitivos, controladores de llamadas ineficaces que saturan a los teleoperadores con sus desconocimientos, dimensionamientos exageradamente ajustados que buscan el beneficio rápido, exigencias del cliente sin cortapisas, bases troqueladas de clientes sin nada que ver con la venta potencial, etc.
Uno de los peores enemigos de los equipos de gestión son las prisas, y las prisas como dice el refrán nunca son buenas consejeras, sabemos que en nuestro trabajo no disponemos de tiempo muchas veces, pero debemos saber distinguir entre el tiempo necesario y el tiempo como unidad de medida, el tiempo necesario es la base y los cimientos que nos enfocan a la excelencia, hablaremos del tiempo, me quiero quedar con el equipo de gestión, con lo importancia de superar las aporías, las dificultades, lo que se nos da, El señor Mattson consiguió construir Volvos con un material inadecuado, el material era inadecuado y lo será siempre, pero los Volvos fueron construidos, Mattson construyó los Volvos, su equipo construyó los coches, ¿y quién hace coches con cartón piedra?, los mejores, los que ven más allá del material, construyó esos coches sin par porque disponía del mejor equipo de mecánicos de Suecia porque disponía del mejor equipo, un equipo que estaba enfocado en lo que querían hacer, y eso es muy importante.
El trabajo de un supervisor o de un coordinador de campaña es sumamente crucial, por eso aquí las empresas deben tener a los mejores elementos, y no es el mejor coordinador o el mejor supervisor el mejor agente, el mejor coordinador o el mejor supervisor es el motor de su equipo, y el motor tiene mucho de formación, tiene mucho de motivación, tiene mucho de mano izquierda y tiene un mundo de trabajo, el mejor coordinador o el mejor supervisor es el que sabe la ruta y el punto donde quiere llegar, el material es indiferente, nosotros nos encontramos con eso, con ese noúmeno, y debemos transformarlo para conseguir el objetivo final que nos marcan, para llegar al fenómeno.
No existe ninguna dificultad que no pueda ser superada, ninguna, los equipos de gestión siempre podemos hacer mejores a los que tenemos con nosotros, ellos nos van a dar la medida de nuestro trabajo, y sólo seremos buenos en tanto en cuanto nuestros teleoperadores crezcan, pues ellos son el reflejo en nuestro espejo. Los equipos de gestión de telemarketing deben mirar por dos factores, dos, los clientes y los agentes, factores que se pueden resumir en uno, la búsqueda continua de la excelencia, y si bien es cierto que muchas veces los factores a nuestro alrededor no ayudan, nosotros siempre debemos mirar hacia el infinito.