Le llamó la atención no encontrar a nadie en la entrada, si el vigilante se ausentaba unos minutos siempre le sustituía alguien de coordinación, dejó sus cosas en la taquilla y se apresuró en el torno, su tarjeta no funcionaba, buscó con la mirada alguien en la sala y no lo encontró, era despistado pero no tanto como para trabajar un día de fiesta o en un fin de semana, salió al hall y tampoco encontró a nadie, sonó la alarma de su reloj anunciando el comienzo de su jornada laboral en un minuto, empujó el torno y este se abrió dócilmente, se sentó en un puesto cercano a una ventana que daba a la gran avenida, encendió su ordenador y se puso los cascos, se levantó empujando lentamente la silla hacia atrás y contempló la soledad de aquella plataforma preñada de ordenadores y pequeñas salas circundadas de cristal, miró por la ventana y fue sobrecogido por la misma soledad en la avenida, volvió a sentarse y su callmaster le enseñó su primera llamada, pulsó el botón y respondió:
-Buenas tardes le atiende José Moreno, en qué puedo ayudarle.
-Buenas tardes José, llevo esperando cinco minutos a que me atendáis –dijo aquella voz molesta-
-Discúlpenos no es nuestra intención, ¿me dice su nombre por favor?
-Manuel, y tú me has dicho que te llamas José, ¿verdad?
-Así es Don Manuel, en qué puedo ayudarle.
-Pues verás José, llevo una hora sin luz, he llamado al número del técnico y me han pasado contigo.
Por un momento pensó que todo aquello era una broma de mal gusto, se levantó con la esperanza de encontrar algún compañero de soporte técnico y volvió a sentarse lleno de algo parecido a la frustración y su resignada naturaleza.
-Don Manuel, no se preocupe, le ayudaremos en estos momentos.
-Gracias José y no me hables de usted.
-Como quieras Manuel, ahora te doy la solución.
En el aplicativo donde colgaban el portfolio del producto, había una parte dedicada a soporte técnico, con los años había entrado más de una vez en esa hoja, en esos momentos en los que no entran llamadas que son pocos, su operativa le dictaba transferir la llamada al departamento especializado pero allí no había nadie y él quería dar una solución a Manuel.
-Manuel sabes si esto le está pasando a más personas en tu zona, en tu bloque, barrio o calle.
-He preguntado José y todos tienen luz, he comprobado también la luz de la escalera.
-Y has comprobado el automático, podría haber saltado, con este frío si tienes puesta la calefacción podría pasar.
-No lo miré, espera…
Es verdad que hacía mucho frío, “menuda faena”, pensó, tendrá hijos, ¿tendrán frío los niños?, recordó a su hija y se le encogió el corazón, comprobó las facturas y todo estaba correcto, incidencias en la zona y no había ninguna.
-Ya estoy aquí José, en la caja está todo bien, es desesperante.
-Te comprendo y te pido disculpas.
El aplicativo le indicaba un reseteo en el sistema para ese tipo de ocasiones, lo hizo y volvió a preguntar:
-Manuel he realizado una serie de gestiones, necesito que compruebes si ya tienes luz.
-Espera –y el teleoperador solitario cruzó los dedos-, ¡Sí!
-Me alegro mucho Manuel, si te parece te enviamos un técnico para que compruebe tu instalación y no te vuelva a pasar –esto último no aparecía en el procedimiento pero pensó que era lo más adecuado, al fin y al cabo, no había nadie a quien preguntar, tomó nota y abrió un expediente a segundo nivel-
-Muchas gracias amigo, me quedo con tu nombre y volveré a preguntar por ti si me vuelve a pasar.
-Muy bien Manuel y disculpa la molestia, trabajamos para que estas incidencias no existan.
-Gracias José.
Al terminar, un halo de felicidad le embargó y en su cara se dibujó una amplia sonrisa, escuchó coches en la calle y se levantó, en la avenida todo fluía como siempre, coches y bocinas, viandantes y móviles, niños en fila, al volver la vista a la sala su compañera le saludó, la sala bullía con idas y venidas, el supervisor circunspecto rellenando hojas de Excel y una coordinadora apuntando instrucciones en una pizarra, “qué extraño” y no le dio tiempo a recrearse en esa idea pues ya recibía su segunda llamada de la tarde.
Muchas veces pensamos que nuestro negocio es otra cosa, señores en un despacho, reuniones, datos, indicadores, vanidad o su ausencia e insatisfacción y la realidad es que todo se reduce a la llamada, al que la recibe y al que llama o viceversa, no hay nadie más en el mundo, estás solo con otro que está solo, al principio no os conocéis y el usted predomina, después él confía en mí y me habla de tú y al final es solución y encuentro. Hay dos pilares en nuestro negocio, el resto de cosas se arremolina a sus pies, dos pilares, si falla cualquiera de los dos no hay negocio, agentes y clientes, clientes y agentes, lo demás es superfluo.