Y de repente, como el maná que cae del cielo, aparecen los benditos incentivos, la panacea que soluciona todos los males, y la gente está feliz y como decía Serrat, y las nubes se levantan y los pajaritos cantan. Y es que unos incentivos sin dirección son una bomba de relojería en las campañas de telemarketing, esos incentivos que muchas veces pergeñan malamente los que no saben y que siempre tienen que ver con dinero, dineros sin dirección y sin tener nada que ver con los objetivos, dineros rápidos para solucionar problemas que vienen de lejos, porque no hay nada más fácil que seleccionar a veinte o treinta agentes con buenos resultados o una progresión adecuada en un tiempo muy delimitado y darles eso por lo que todos los trabajadores nos levantamos y salimos de casa a horas intempestivas, y todo esto sin considerar las circunstancias íntimas de una campaña o las circunstancias individuales de los agentes, los coordinadores o los supervisores, en cierta forma, menospreciando lo realizado, porque estos incentivos exprés son productos del menosprecio. Unos incentivos a la ligera son bombas de relojería que embisten al sentir de todos los que trabajamos en operaciones.
En primer lugar, un incentivo no debe vestir carencias, si estamos por debajo de aquello que llamé Punto 0 los incentivos no tienen sentido, si nuestros objetivos están bien conformados todo lo que se encuentra en objetivo, o incluso por debajo de él, ya está siendo recompensando con el mismo sueldo, y he dicho bien conformado porque igual no cumple la tercera prerrogativa de los objetivos SMART, porque igual los objetivos que se han fijado en un contrato, contrato firmado en un despacho sin tener nada que ver con operaciones, no son alcanzables, por tanto, antes de hablar de incentivos debemos volver a un Punto 0 en el cual todo esté bien, donde los objetivos sean alcanzables, donde las cuestiones de contrato no sean dispares a las de operaciones, no podemos tener un objetivo inalcanzable marcado por alguien que no sabe o no considera el trabajo de operaciones para que después los que estamos en eso que los atlánticos llaman planta tengamos que levantar piedras infinitas como Atlas levantó el mundo. Pensando la máxima de que los objetivos estén bien conformados, no podemos incentivar lo que está por debajo de objetivo o lo que está en objetivo, si no llegamos tendremos que recurrir al proceso lógico, a nuestro trabajo diario, reforzar actitudes y aptitudes, observar si el equipo de gestión está realizando su trabajo de manera correcta, y si todo está bien no podemos primar lo que no es extraordinario. No se forjará un incentivo o un plan de incentivos sí existieran aporías en el proceso o si la misma gestión de los que trabajan no está por encima del mínimo exigido.
En segundo lugar, un incentivo jamás debería procurarse en situaciones de tiempo y datos limitados, esto es una cosa que debemos entender todos, el cliente capital y nuestra empresa, estos incentivos puntuales sólo generan insatisfacción, en numerosos casos lejos de satisfacer a una población que se merezca el incentivo favorecemos a personas que nunca han estado en esas listas de prebendas y eso es tremendamente desmotivador para las personas que están buscando la excelencia, porque lo accidental nunca es justo y sólo pertenece a la substancia de vez en cuando, si mi buen trabajo a lo largo de un tiempo natural no se ve premiado no estaré motivado para el trabajo, me darán un golpe duro en mi línea de flotación laboral. Los premios sorpresa deben evitarse, nos corresponde ser comedidos, respetuosos y generar unos incentivos que todos conozcan y a los que puedan acceder con un trabajo a medio y largo plazo y que un buen hacer perpetúe. Los gestores de equipo debemos oponernos frontalmente a los incentivos puntuales.
Y en tercer lugar, y retomando el argumento inicial, los incentivos no estarán relacionados exclusivamente con dinero, al entender que los incentivos están enraizados con la motivación y que ésta es tan variada como las personas que trabajan con nosotros, formemos unos incentivos que sean dúctiles y enfocados a otras facetas como el progreso personal y/o la evolución dentro de la empresa, los cambios a departamentos apetecibles, las peticiones de horarios que concilien vida personal y laboral, etc. Unos incentivos centrados solamente en lo económico también generan desmotivación.
Por tanto, unos incentivos ordenados deben considerar contextos extraordinarios de personas que están por encima de lo que se les pide, incentivos que serán generales, establecidos en el tiempo y conocidos por todos y, por último, como hemos mencionado, no estar centrados meramente en lo pecuniario.
Otros errores que podemos cometer al generar un plan de incentivos se refieren a la selección de indicadores y de agentes, si seleccionamos indicadores que son consecuencias no formaremos un buen plan de incentivos porque no estamos premiando la raíz del trabajo, trabajemos con el valor de la calidad, y en segundo lugar, si seleccionamos un grupo de agentes, un número de agentes al azar o con una supuesta imparcialidad que secciona al equipo en “cuartiles”, “decenas” u otras historias parecidas, tampoco estaríamos fundando un buen plan de incentivos, porque lo del número es una ficción, los incentivos se basan en posibilidades de alcanzar el objetivo, y en esas posibilidades debe entrar la totalidad de la plantilla, a todo aquel que llegue al objetivo, el número de agentes no importa.
Nuestro plan de incentivos se asentará en el tiempo, considerará el Valor de calidad y premiará a todo aquel que esté por encima de ese Valor de calidad , si como paradigma lo óptimo en Calidad es nueve puntos sobre diez, si además le sumamos que cada día los escuchamos y reforzamos, de una manera objetiva, tendremos suficientes elementos para cimentar un buen plan de incentivos, todo aquel que esté por encima de nueve sobre diez cobrará incentivos, y se cobrará según la partida que tengamos dispuesta para incentivos, la partida dedicada a incentivos debe ser fija y porcentual al beneficio obtenido por la empresa, primando la transparencia, el agente conocerá la partida de incentivos, porque de ella recibirá una parte proporcional y solidaria siempre que cumpla el objetivo, también y muy significativamente nuestro plan de incentivos asume una parte cardinal dirigida a lo motivacional. Siempre que se llegue a objetivo se cobra y además tengo una serie de beneficios a los que me puedo acoger.
Llegados aquí se me puede plantear una serie de refutaciones:
Queda claro lo que debe ser un incentivo, aunque no es un asunto cerrado y en esta como en todas las cosas debemos ser pragmáticos y adaptarnos, siempre mirando por las dos columnas maestras de nuestro negocio, clientes y agentes.