Tengo 45 años con suerte viviré otros 30 o 35 años más y ni de lejos aprenderé todo lo que he querido aprender en la vida, soy en acto un ignorante, aunque siempre he tratado de aprender, estudié Filosofía de joven e intente buscar eso que Víctor Frank definía como el sentido de la vida, y a medida que buscaba y a medida que estudiaba, comprendía que el abismo entre el verdadero saber y mi propio saber era cada vez más amplio, es por eso, por esa asunción de mi propia tosquedad, el motivo por el cual no comprendo a las personas que dicen saberlo todo, que no necesitan aprender, y es que reconocer que lo sabes todo, decir o definirse como alguien que lo sabe todo, es precisamente hacer lo contrario, colocarse inconscientemente en el estrato de los que no saben nada, o con mayor corrección, saben muy poco.
Pero ese cavilar sobre saberlo todo no sólo es pecado de los demás, porque en algunos momentos de acontecer vital yo también sufrí esa enfermedad, se me olvidó seguramente el Dasein de Heidegger y ante cualquier injerencia de otro interlocutor asumía que sabía bastante más que él o ella, así que de una forma práctica y prestando atención a mis propias dolencias he admitido el lo sé todo o no necesito aprender de una manera muy gráfica, como aquellos dibujos animados de mi infancia en los cuales existía un personaje que se llamaba el supermalo he dicho que no, creo que se llamaba así, este monstruo de colores decía que no a todo, es mas era un personaje monosilábico, sólo decía no, no a todo y a todos, y este personaje si lo llevo a mi experiencia se ha acicalado de dos formas, el que se vestía de enfermedad especulativa transitoria que decía que no pero que después recapacitaba o apartaba su arrogancia para asumir sus errores o aquel de harapos pegados a la piel con el no genético, el del no sin razón y para siempre, o como dirían en mi Sevilla natal el no del que tiene un golpe “dao”.
Tenemos que volver a cuando éramos niños, a ese momento en el que todo es nuevo y no dábamos por asentado nada, aprender por intuición, incluso sin querer hacerlo, incluso sin deber hacerlo, mis dos hijos aprenden de todo, son receptores sin filtro, en algunos momentos pienso que aprenden demasiado porque se quedan e interiorizan incluso mis malas actitudes que yo una vez pasado el rumor de las olas, pasadas por el reducto de los años, descarto, deberíamos ser como los niños, poner nuestros cinco sentidos en el aprendizaje, y eso no implica que estemos obviando la instrucción, simplemente que seamos como nuestros hijos cuando miran las cosas con ojos de estrellas.
Como gestor de equipos he encontrado el supermalo he dicho que no en muchas ocasiones, todos lo hemos encontrado, en algunos casos porque eres el nuevo de un servicio y los demás llevaban ya mucho tiempo, y eso da empaque, y en otros casos porque eres el viejo y ya se sabe que hay que innovar, he encontrado, por tanto, el “no se puede”, el “ya lo intentamos”, el “no servirá”, expresiones que mis propios compañeros, superiores o subordinados decían hasta la saciedad como las musiquitas repetitivas de los juguetes de bebes, mas el supermalo he dicho que no también se expresa en expresiones corporales y no sólo en eufemismos dialectales, está ahí, pone una barrera y no deja que entre nadie, unas veces las barreras son pequeñas y otras son el muro de las lamentaciones que llega hasta el cielo, infranqueable, y mientras unos se dedica a apuntalar esos muros los proyectos se van desguazando y desmoronando en el agua, se pierden, destruir para construir y en tanto se destruye vienen por detrás y ganan la guerra, es una pérdida de tiempo y un esfuerzo baldío.
Algunas veces el supermalo he dicho que no se enmascara en la desidia y en la hipocresía, en el digo que sí pero después hago lo que me da la gana, por eso no sólo es necesario aprender si no tener voluntad de aprender, la voluntad es su motor que empuja, los motores no destruyen, es un motor que hace mover las bielas, que procura siempre el movimiento, la voluntad es la imaginación encarnada, pero además a la voluntad de aprender debemos sumarle la humildad , eso que decían los antiguos y que se definía como temor de Dios y que no es más que asumir tu ignorancia respecto a la sabiduría del infinito, la voluntad humilde de aprender en contraposición al supermalo he dicho que no, en enfrentamiento directo al lo sé todo o no necesito saber más.
Tenemos que descartar, apartar y destruir al supermalo he dicho que no y debemos quedarnos con su hijo legítimo, la actitud crítica, no puedo dar pasos si estoy encadenado pero estoy obligado a dar pasos sabiendo dónde pongo mis pies.
Lo único que nos permite avanzar y crecer es el sí, reconocer que mis metas son siempre de paso, que mi conocimiento puede ir más allá y que los demás son mis libros para aprender, el sí quiero sin cortapisas. Los equipos de trabajo son mejores cuando ponen su límite en el cielo, si me apuran cuando no pueden ver el final, el infinito siempre es mejor cuando le sumas uno cada día.